La artritis reumatoide (AR) o
poliartritis inflamatoria crónica progresiva, es uno de los procesos reumáticos
más comunes, de origen desconocido y con un curso predecible que puede causar
una impotencia funcional absoluta a nivel de articulaciones. El abordaje médico
de la artritis reumatoide se basa en la reducción del dolor como síntoma
persistente e incapacitante, reduciendo la inflamación y modificando el proceso
de la enfermedad para aumentar la funcionalidad del paciente. La influencia de
factores psicológicos en la (AR) y la relación significativa hallada entre
distintas emociones negativas como la ansiedad y la depresión y el dolor en la
(AR) ponen de manifiesto la relevancia de las respuestas emocionales y
afectivas en esta enfermedad, y especialmente en la persistencia y
mantenimiento del dolor.
De las variables más relevantes
en el desarrollo y mantenimiento del dolor en pacientes con artritis reumatoide
(AR) se destacan: Las asociadas a las conductas de dolor; Las habilidades de
afrontamiento generales y específicas del paciente para el manejo del dolor; La
autoeficacia, (un nivel mayor de autoeficacia implica menor activación y mayor
adherencia al tratamiento); La indefensión aprendida asociada especialmente al
deterioro funcional; las Variables emocionales ; la Percepción corporal y los esquemas
cognitivos (distorsiones cognitivas que acentúan la disfuncionalidad en el
paciente con (AR) y finalmente las variables ambientales.
Todos estas variables contribuyen
al desarrollo en el paciente de distintos niveles de incapacidad funcional, que
favorece en la mayoría de los casos el desencadenamiento de consecuencias
emocionales desadaptativas (ansiedad, ira, apatía, depresión, etc.) que agravan
el dolor y acentúan el curso de la propia enfermedad. De ahí que, tanto el abordaje terapéutico como de
evaluación se enmarcarían necesariamente dentro de un modelo biopsicosocial del
dolor.
Desde una perspectiva
psicológica, fundamentalmente de corte cognitivo- conductual se considera el dolor, la incapacidad
funcional, las emociones negativas y las cogniciones como variables
interrelacionadas funcionalmente y relevantes de cara a la intervención
terapéutica en pacientes con Artritis Reumatoide. Desde un enfoque
multidisciplinar (traumatólogo, fisioterapeuta, etc.), la intervención
psicológica en la Artritis Reumatoide trata principalmente de dotar al paciente
de recursos y estrategias específicas para minimizar la experiencia del dolor, manejar
las emociones negativas asociadas al mismo y afrontarlo de forma activa. En
función de las características de cada caso (contexto, historia, tipo,
evolución y consecuencias del dolor) en líneas generales la intervención psicológica
en (AR) puede centrarse en los
siguientes aspectos:
- Desarrollar estrategias
psicológicas encaminadas a manejar los distintos aspectos de la experiencia del
dolor (intensidad del dolor, activación psicofisiológica y cogniciones
asociadas etc.).
- Eliminar los refuerzos
contingentes y fomentar el desarrollo de conductas alternativas.
- Desarrollar habilidades de
afrontamiento y de manejo de la respuesta emocional negativa asociada (Cambios
de humor, enfados, bajo estado de ánimo etc.).
- Potenciar la capacidad de
adaptación al entorno y reducir la disfuncionalidad (perdida de interés y
participación, aislamiento etc.).
Para conseguir estos objetivos,
se utilizan un conjunto de procedimientos conductuales, cognitivos y
educacionales (Información, técnicas de desactivación, restructuración
cognitiva, planificación de actividades, habilidades de afrontamiento etc.).
A nivel fisiológico ,teniendo en
cuenta el papel potenciador e intensificador de la activación fisiológica en la
percepción del dolor, se utilizan distintas técnicas de desactivación ( relajación y respiración ) como el
entrenamiento autógeno de Schulz. La finalidad principal de dichas técnicas es
la de reducir la activación fisiológica derivada de la activación del sistema
nervioso simpático , reducir la tensión muscular localizada en las zonas del
dolor (articulación) e incrementar el papel de dominio y competencia del
paciente sobre sí mismo al facilitarle cierto control sobre su funcionamiento
psicofisiológico.
A nivel conductual se pueden
destacar las siguientes estrategias dirigidas a la experiencia del dolor:
- Programación progresiva y gradual
de actividades y ejercicio para combatir la inactividad debido a la reducción
del repertorio de actividades teniendo en cuenta las recomendaciones de su
médico respecto al reposo /actividad.
- Reorganización de las
contingencias de reforzamiento (atención del medio, peticiones de ayuda,
evitación y escape de actividades etc.) y en su caso facilitación de pautas de
actuación a las personas implicadas.
- Reorganización de las
contingencias de medicación (en caso de consumo excesivo de analgésicos,
disminuyendo el consumo hasta llevarlos a las pautas estrictamente recomendadas
por el médico).
- Entrenamientos en habilidades de
autocontrol para generalizar lo aprendido y mantenerlo en el tiempo.
A nivel cognitivo como técnicas
estrictamente cognitivas se destaca el uso de:
- Técnicas de Autoinstrucciones para
fomentar el uso de verbalizaciones racionales y adecuadas para un afrontamiento
activo y adaptativo, lo que favorecerá mejor respuesta y mayor control sobre la
experiencia del dolor.
- Técnicas imaginativas, centradas
en el contexto en que es percibido el dolor más que el dolor percibido en sí
mismo.
- Reestructuración cognitiva, para
detectar y cambiar las creencias irracionales relacionadas con el dolor y sus
consecuencias , favorecer el control de la respuesta emocional negativa y sobre
todo aumentar el nivel de autoeficacia.
Mohammed Jamil El Bahi
Psicólogo Especialista en psicoterapia
Col: AN-1915