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miércoles, 18 de enero de 2012

Cómo comunicar la muerte a los niños


La muerte forma parte de la vida, son dos facetas indisociables de la condición humana. Pero cuando se produce la muerte de un ser querido, sobre todo de forma accidental o súbita, la mayoría de adultos aparte de intentar digerir una situación que para ellos no es poco, se encuentran confusos e incómodos a la hora de comunicárselo a los niños. Incluso dudosos sobre el “Cómo reaccionar”, “Qué decir”, y “Qué hacer”. ¿Cómo responder a cuestiones siempre sensibles y delicadas cuando ellos mismos están muy afectados?, ¿Cómo explicar un tormento que rompe los esquemas a cualquiera? Es una situación tan difícil que algunos adultos (padres y familiares) intentan incluso evitar el tema, hecho que puede contribuir a generar dudas, temores y confusiones en los niños. Otros recurren a la ayuda profesional ante el sentimiento de incapacidad o temor de abordar el tema. En cualquier caso, para reforzar los vínculos afectivos y ayudar al niño a elaborar su pérdida, sería aconsejable que la persona que lo haga sea alguien querido, de confianza y que posea suficiente información del niño.

Comprender el sentido de la muerte es un proceso largo que transcurre lentamente etapa a etapa. La percepción de la muerte en los niños es modelada por el desarrollo afectivo y de la personalidad del niño y su experiencia vivida. Los diferentes niveles de la percepción de la muerte corresponden normalmente a las distintas etapas evolutivas.

Los niños de edad temprana (prescolar) tienen una concepción de la muerte como un hecho temporal, reversible. A la edad de 4 años, los niños suelen empezar a comprender que la muerte es irreversible. Sin embargo, si lo comprenden aún precisan tiempo para aceptarlo. A partir de los 6 años, comienzan a considerar la muerte como un hecho universal, que se muere todo el mundo pero en un determinado orden: Las personas mayores, los abuelos, a continuación los padres cuando serán viejos.

Entre la edad de 6 y 9 años los niños experimentan la pérdida de un ser querido de diferente manera que los adultos. Pueden pasar de la pena a su rutina habitual. Los niños de esta edad también expresan mucho menos sus sentimientos que los adultos. Pueden manifestar temores concretos, (posibilidad de sufrir una pérdida, responsabilidad en lo sucedido por haber pensado o deseado algo en algún momento y de las consecuencias futuras de la ausencia de un familiar cercano).

Los conceptos de muerte y vida parecen bien integrados a la edad de 9-10 años. En esta edad comienzan a comprender el significado de la muerte, empiezan a entender que todo el mundo es susceptible a fallecer. Lo que puede suponer una experiencia extremadamente difícil para ellos, al concluir que la muerte y la separación son definitivas e irreversibles. La comprensión de estas nociones dependen tanto de las experiencias vividas por el niño (propias pérdidas) como de la información proporcionada por el entorno (padres, medios de comunicación y colegio...).

Cuando un niño se enfrenta a la muerte de un prójimo, sus reacciones pueden variar. Para ayudarlo, es fundamental hablarle de manera clara, sin utilizar metáforas (“ fue de viaje ", “está en el cielo, entre las estrellas”, “ella duerme para siempre”.), Que no le permitirán interiorizar la cuestión de la muerte. En realidad, estas metáforas impiden al niño integrar la realidad de la muerte de las personas queridas. Para poder elaborar el proceso de duelo, el niño tiene necesidad de saber la verdad (pero no toda la verdad en cuanto a detalles). Por lo tanto el ocultar la muerte para evitar el sufrimiento, a largo plazo puede ser perjudicial para la elaboración de la pérdida.

Cómo psicólogos, si nos delegan esta responsabilidad, antes de comunicar al niño la noticia trágica, debemos en primer lugar recabar información suficiente a través de la familia sobre los siguientes aspectos: Nivel madurativo, experiencias que tiene el menor sobre la muerte (fallecimientos anteriores, explicaciones, creencias...), circunstancias de la muerte, sus relaciones familiares y el nivel de apego con las personas fallecidas, creencias y redes sociales etc. Variables que además de permitirnos comprender las posibles reacciones futuras, nos ayudan a adaptar las explicaciones a la edad evolutiva de cada chico y a las circunstancias particulares de la situación, incluso para poder asesorar a la familia posteriormente, facilitarles soporte emocional e informarles sobre lo que deben o no hacer para garantizar una asimilación favorable del suceso por parte del menor. El conjunto de datos que podemos recoger antes de darle la noticia al niño es vital en la comunicación con él.

A modo orientativo, a la hora de comunicar la noticia al niño, hay que asegurar lo siguiente:
  • Establecer un buen contacto con el niño y asegurarnos de que nos está escuchando.
  • Relatar lo ocurrido utilizando un lenguaje claro y sencillo, sin entrar en demasiados detalles.
  • Dejarle tiempo para asimilar lo ocurrido o para exteriorizar sus emociones libremente una vez conocido el hecho.
  • Utilizar el lenguaje no verbal (mirada, contacto físico,) para trasmitir apoyo y comprensión, sin imponerle que actúe de modo alguno (“tienes que llorar”), ni tampoco que reprima sus emociones.
  • Tratar de incentivar al niño a hacernos preguntas y responderlas de manera simple, evitando analogías que puedan confundirlo.
  • Nos aseguramos de que el niño haya entendido adecuadamente lo que queremos trasmitir, despejando sus dudas o rectificando alguna información inadecuada que los otros familiares le hayan podido transmitir (explicaciones eufemísticas) o el hecho de no comunicarle nada antes.

Por lo general, la muerte produce un profundo impacto en el sentimiento de seguridad de los niños, más aún cuando se trata de la pérdida de seres queridos cercanos. El impacto puede manifestarse a la hora de comunicarle la noticia y posteriormente en forma de distintas reacciones a las cuales debemos dar una respuesta adecuada, (miedo intenso a estar solo, a perder a otros seres queridos o de morir), lo que intensificaría el lado repentino e incomprensible de lo ocurrido. El niño puede plantearnos toda clase de cuestiones, a las cuales trataremos de responder con total transparencia e incentivar al niño a plantear todas las cuestiones que desee. Otra posible reacción puede ser una actitud de negación, comportándose como si no hubiese tenido lugar lo ocurrido.

Todas estas formas de comportamiento se pueden considerar manifestaciones normales ya que, reflejan la forma en que el niño intenta resolver lo mejor que pueda una situación extremadamente difícil.

Por lo general, si los niños se sienten suficientemente atendidos y amados, la mayoría de ellos acabarán aceptando la pérdida de un ser querido sin traumas, pero otros pueden reaccionar violentamente a dicha pérdida. Una reacción adaptativa dependerá en gran medida de un ambiente familiar seguro y de los lazos afectivos con el resto de familiares.

En el caso de los niños, las posibles señalas reveladoras de un duelo patológico pueden ser:
  • Apego excesivo a otros familiares.
  • Conducta excesivamente oposicional.
  • Nerviosismo acentuado y notable pérdida de confianza en sí mismo.
  • Bajo rendimiento académico.
  • Frecuentes somatizaciones sin causa real.
  • Pérdida de interés acentuada por las actividades.
  • Insomnio prolongado, pesadillas persistentes y pérdida de apetito.
  • Regresión a conductas propias de edades más tempranas.
  • Expresar el deseo de irse con la persona fallecida de forma reiterativa.
  • Aislamiento de la familia y disminución de las interacciones en el grupo.

En cualquier caso, insistimos en que dichas manifestaciones, no tienen importancia si se producen tras el suceso, pero en el caso de persistir en el tiempo sería recomendable buscar ayuda profesional.

Referencias:

  • Nacional Institutes of Health (2007). Caring about kids: talking to children about death. Publicación DHEW 79-939


Mohammed Jamil El Bahi
Psicólogo / Psicoterapeuta
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viernes, 6 de enero de 2012

Tratamiento cognitivo-conductual de la eyaculación precoz


La eyaculación precoz, es considerada como una de las disfunciones sexuales más frecuente que afecta la respuesta sexual masculina. Disfunción que va desde manifestaciones puntuales, hasta un verdadero trastorno de etiología multifactorial en el cual la ansiedad juega un papel fundamental. El objetivo terapéutico básico, consiste principalmente en el aprendizaje progresivo del control voluntario del reflejo de eyaculación, mediante identificación y modulación de las sensaciones que preceden al orgasmo, eliminando asimismo las conductas inhibitorias y la ansiedad que bloquea la percepción de dichas sensaciones. El entrenamiento normalmente se lleva en presencia y colaboración de la pareja sexual. Desde una perspectiva cognitivo-conductual, (Modelo de Carrobles y Sanz), la intervención terapéutica en se estructura en torno a los siguientes niveles:

Primer nivel
  • Establecimiento de relación terapéutica y de las metas de tratamiento

Segundo nivel
  • Información y educación sexual.
  • Modificación de posibles actitudes negativas hacia la sexualidad.
  • Entrenamiento en habilidades de comunicación y sociales.

Tercer nivel
  • Entrenamiento en habilidades sexuales específicas.


Primer nivel.

Tras la devolución de la información obtenida mediante el análisis funcional del problema, el establecimiento de una buena relación terapéutica (empatía y confianza), tan necesaria en estos casos, se establecen conjuntamente con la pareja las metas a conseguir en la terapia. En este sentido, se pone mayor énfasis en las condiciones necesarias (motivación y colaboración) para adquirir nuevos recursos que pueden contribuir a mejorar, no solo la disfunción sexual que padece el varón (Eyaculación precoz) sino la vida sexual de la pareja en sí.

Segundo nivel.

  • Información y educación sexual.


Información a la pareja sobre la naturaleza del problema, su carácter psicológico, los distintos factores responsables en la adquisición y mantenimiento del mismo, así como la conducta problema en sus distintas manifestaciones (motoras, cognitivas y fisiológicas) y sus consecuencias. Explicar el papel de las actitudes, creencias, de la ansiedad, de forma comprensible para el paciente, recalcando los resultados del análisis funcional. Poniendo mayor énfasis en la responsabilidad de ambos miembros de la pareja en la resolución del problema. Resulta útil dar una explicación anatómica y fisiológica elemental sobre la respuesta sexual femenina y masculina, sobre el fenómeno de la eyaculación y las causas que impiden su control voluntario. Para mejorar la asimilación de la información el uso de materiales ilustrativos (diapositivas, dibujos u otros materiales audiovisuales.) suele ser de gran utilidad .En caso de recomendar algún material audiovisual auxiliar para casa, normalmente se aconseja a la pareja verlo conjuntamente para mejorar y fomentar la comunicación a la vez de recoger información.

  • Modificación de actitudes.


Si es necesario, se procede a modificar las actitudes negativas presentes en la pareja, mitos sexuales, detectando las ideas falsas y poniendo al día las actitudes contraproducentes, mediante las técnicas pertinentes (debate, reconstrucción cognitiva, etc.) se desmontan los círculos viciosos. La modificación de las creencias erróneas, es en sí misma una fuente de cambios de actitudes y de conductas. No hay que olvidar que el órgano sexual esencial es el cerebro. En este sentido se le ayuda a la pareja a identificar y modificar las actitudes o pensamientos erróneos asociados tanto con el  problema, (soy responsable de la satisfacción sexual de mi pareja.., toda interacción sexual debe terminar en coito…, la excitación sexual masculina es incontrolable…,soy incapaz de controlar mi eyaculación…, voy a decepcionar a mi pareja incluso si me afirma lo contrario…) , como los asociados con la terapia o la realización de las tareas para casa (su naturaleza y consecuencias) dificultándolas e impidiendo así, la consecución de las metas terapéuticas.

  • Entrenamientos en habilidades sociales y de comunicación.


El objetivo de esta fase, es la mejora de la comunicación entre la pareja (verbal, física o corporal). A través de las técnicas disponibles (Entrenamiento en habilidades sociales, Asertividad, Expresión de sentimientos, Aprender a dar “feedback” positivo durante la actividad sexual o fuera de ella, etc.). Para mejorar la comunicación física, se fomenta el  concepto de “sexo no exigente” en la pareja, mediante técnicas como la focalización sensorial (experimentar sensaciones sensuales y sexuales sin obsesionarse o preocuparse por el resultado o meta). Mejorar la comunicación tanto verbal como física en la pareja, permite a la misma explorar conjuntamente su sexualidad (conductas, deseos, motivaciones y actitudes...etc.) para gozar de una armonía sexual plena.

Tercer nivel.

  • Programa de habilidades sexuales específicas.


    • Reducción de la ansiedad.


En el enunciado mismo de “eyaculación precoz” se encuentra uno de los pilares del tratamiento que es la reducción de la ansiedad de ejecución que presentan la mayoría de los pacientes durante sus actividades sexuales. Según el nivel de ansiedad y las características del caso se pueden utilizar indirectamente distintos procedimientos (relajación, desensibilización en imaginación o en vivo...) o directamente mediante el uso de otras técnicas específicas que contribuyen a reducir la ansiedad asociada a la eyaculación precoz como: La focalización sensorial; El desarrollo de fantasías sexuales; Técnicas de “parada y arranque” y “técnica de compresión”.

    • Técnicas específicas.


Como habilidades sexuales especificas para la eyaculación precoz, se utilizan principalmente la técnica de “parada y arranque” de James Semans (1956) o la técnica de “compresión vacilar” de Master y Johnson (1970) en combinación con la focalización sensorial y otros aspectos educativos.

El mecanismo de acción de estos procedimientos, pueden implicar elementos de contra-condicionamiento, de habituación o incremento de los umbrales o latencia de la eyaculación sensoriales tras su reiterada estimulación. A parte de los efectos que pueden tener en la reducción de ansiedad, en general se entrena al paciente, con la ayuda de su pareja, a modular su nivel de excitación, a través de la siguiente secuencia:

  • Mantenimiento de la erección sin eyaculación a través de la estimulación por parte de la pareja, enseñándole a focalizar su atención sobre las sensaciones antecedentes de la eyaculación.


En esta fase se procede a la estimulación de zonas genitales por la pareja, pero sin coito, utilizando las técnicas de “parada y arranque “ y “compresión”. En ambas, la pareja comienza con el juego erótico (sin coito) tan pronto que se haya logrado la erección, el paciente debe acostarse en posición supina mientras la pareja lo masturba. Centrándose únicamente en las sensaciones previas a la eyaculación, observando cómo crece la excitación...

Cuando el paciente perciba que la eyaculación esta próxima, mediante un gesto le pide a su pareja que pare la estimulación y apriete la parte inferior del glande hasta que desaparezca la inminencia de la eyaculación. Cuando la excitación haya disminuido hasta un nivel controlable, la pareja debe comenzar a estimularle de nuevo. No es recomendable esperar más de 20 segundos entre estimulación y otra, ya que el objetivo es que la excitación disminuya un poco, hasta niveles manejables sin que se pierda la erección. El proceso se reanuda una media de cuatro veces permitiendo la eyaculación en la última.

A lo largo del ejercicio el paciente debe dejarse llevar por sus sensaciones, sin controlar nada, solo centrarse en el placer e indicar a su pareja que cese la estimulación cuando perciba las sensaciones previas a la eyaculación.

  • Coito sin exigencia para permitir que la expresión sexual fluya libremente, sin condicionarla a metas, fines etc.


En esta fase el paciente guía la mano de su pareja para adaptar la estimulación al ritmo deseado, obteniendo así la firmeza, rapidez y profundidad deseada y experimentando las sensaciones previas a la eyaculación. El proceso parada/arranque y apretón se repite unas cuatro veces, permitiendo la eyaculación extravaginal en la última. Cuando el paciente sea capaz de identificar las sensaciones previas a la eyaculación, se repite el proceso, pero esta vez con lubricación del pene con vasilina, simulando la lubricación vaginal. La fase suele precisar entre tres a seis sesiones con eyaculación extravaginal.

  • Coito normalizado.


Postura, mujer encima del hombre en postura supina con las manos en las caderas de su pareja, marcando el ritmo de caderas. Se utiliza la técnica de parada y arranque y cuando el paciente percibe las sensaciones previas a la eyaculación pide a su pareja que pare los movimientos coitales, que retire el pene de la vagina y apriete el glande entre el dedo índice y el pulgar hasta que desaparezca el reflejo de eyacular. Tras unos segundos se reanuda el ejercicio, cuatro veces permitiendo la eyaculación en la última de ellas. Una vez alcanzado el control se repite el mismo procedimiento pero esta vez, sin retirar el pene de la vagina. Conservando la pareja la misma postura, el paciente puede realizar inicialmente movimientos coitales suaves para ir aumentando la intensidad de los mismos sucesivamente, permitiendo la eyaculación en el cuarto ensayo. Posteriormente se puede repetir los mismo pero adoptando la pareja una posición lateral, en cuyo caso se repite lo mismo pero intentando controlar la eyaculación reduciendo la intensidad de los movimientos coitales, pero sin necesidad de detenerlos como antes. Al ser la posición del “misionero” la menos indicada para la eyaculación precoz, se deja para el final.

Cuando el paciente logra ejercer control sobre su eyaculación en sus relaciones sexuales normales, antes de dar el tratamiento por finalizado, previamente se prepara a la pareja para la prevención de recaídas y la generalización de lo aprendido. En este sentido y con la finalidad de mantener los resultados se le recomienda a la pareja repetir el ejercicio de parada/arranque una vez por semana.

Mohammed Jamil El Bahi
Psicólogo/Psicoterapeuta


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